lunes, 23 de mayo de 2011

La Muerte o el fulgor de una Vida

Ayer la Vieja Maestra vino a recoger a una buena y querida amiga mía. Una amiga que compartió doce años en casa con nosotros. Un miembro más de nuestra familia.
A pesar de saber que solo ha cruzado el cerco, no puedo evitar sentirme triste. Sé que ella esta ahi, pero para una persona con una deficiencia visual importante como yo, ver es tocar. Y ya no podre "verla" a mi manera, ya no podré acariciarla ni notar la tibieza y suavidad de su pelaje.

La muerte incomoda. Nos recuerda nuestra fugacidad, nos recuerda que no somos etérnos. Por eso es tabú en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir.

Al ser humano, en su afán de poder y grandilocuencia, la muerte le recuerda su insignificáncia. Y por eso la oculta, tapa y enmascara, por eso la teme y gasta tantos recursos en pretender erradicarla. Los eufemísmos, el evitar a toda costa la palabra "muerte" y sus derivados, el afán por retener a los moribundos al lado de los vivos a costa de su sufrimiento...

La Muerte es la gran iniciadora, la que nos ayuda a cruzar al otro lado, la que metamorfosea una vida en otra vida. La Muerte es una inestimable maestra que nos puede enseñar mucho sobre la vida.

La muerte de mi abuela, tras una larga lucha contra el cancer y que me crió como una segunda madre, me enseñó que cada ser vivo tiene un camino a seguir y que ese camino debe acabar algun día. Pero el nuestro sigue y solo nos corresponde a nosotros decidir cómo aprovechar ese tiempo que se nos ha dado.
La muerte de mis mascotas me enseñó que la dulzura, la paciencia y el amor de los mal llamados "seres irracionales" supera la inmensa mayoría de veces al egoismo, la crueldad y el interés mal fingido de los """"todopoderosos"""" humanos.

Por paradójico que parezca la Diosa Muerte, la Vieja Maestra, me ha enseñado que la vida es un regalo maravilloso, con sus momentos amargos y dulces, pero es misteriosa, apasionante, llena de retos y de momentos que ponen a prueba nuestras fuerzas, nuestra inteligéncia y nos permite comprobar si nuestras creencias (TODAS nuestras creéncias, pero sobretodo hago hincapié en las espirituales-religiosas) nos son útiles para superar los malos momentos o por el contrario son una pesada carga que hemos aceptado involuntáriamente por la socialización y de la cual sería mejor deshacerse cuanto antes.

Creo que los seres que se cruzan en nuestra vida no están ahí por casualidad y que debemos aprender algo de ellos y ellos a su vez aprenden algo de nosotros.
Creo en la metempsicósis, creo que nuestra alma pasa por diversos estados o "cambios de forma", no creo que la muerte sea el final y todos nos quedemos en un punto muerto. Si todo tiene su ciclo de vida-muerte-vida, creo que es lo más lógico. Aunque también creo que ese ser puede seguir su ciclo en un determinado lugar (creo que ese es el origen de los "genius loci", los espíritus guardianes de un lugar).

Cuando tenía 12 años sufrí lo que se conoce como una Experiencia Cercana a la Muerte. Estaba bañándome con una amiga en la piscina y por una payasada comencé a reirme tan fuerte que no podía nadar. Tragué mucha agua. No podía inhalar aire, me estaba ahogando. Un lugar oscuro con una luz azulada y brillante al fondo. Lo siguiente que recuerdo fué ver mi cuerpo inerte desde arriba, tirado al borde de la piscina. Y lo que más recuerdo de todo ello era una intensa y embriagante sensación de alegría y bienestar que no había experimentado jamás en mi vida.

Este hecho me ayudó a perder mi miedo ante la Muerte y a dejar de verla como una enemiga contra la cual combatir. Una vez vemos la muerte como parte de un ciclo y reconocemos nuestra posible actitud egoista ante quienes han muerto, el origen de la inmensa mayoría de nuestro dolor, (estamos tristes por nosotros, por el "que será ahora de mí", porque nos falta ese ser, porque "nos ha abandonado ahora"), ya nada parece tan terrible y aprendemos a llevarlo con mas facilidad.

Lloremos, elaboremos nuestro duelo, dejemos salir esas lágrimas para que el dolor no nos queme...y después sequémonos las lágrimas y sigamos adelante con nuestro camino, enriqueciendo nuestra vida con lo que aprendimos de ese ser querido. Esa es una forma de agradecimiento pero también de volverlo "inmortal" para nosotros.

Que la Maestra Ataecina cuide bien de tí, Deysi.




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