martes, 27 de septiembre de 2011

EQUINOCIO DE OTOÑO

Es el otoño sin duda mi estación favorita. Todas tienen su encanto: la nieve del invierno, las noches de verano, el milagro de la vida que resurge en primavera...
Pero el otoño tiene muchas cosas que me encantan.
Para empezar, aunque ya se nota en las horas de luz diúrna, va arrastrando el calor del verano y por eso no hace ni el calor abochornante del verano ni tanto frío como en invierno.
Asocio el otoño a los ocres, marrones, rojos y amarillos de los arboles. Al crujido de las hojas secas bajo mis pies, en el bosque o en la calle.
Al olor de tierra mojada.
A los paseos por el bosque mientras una espesa niebla me envuelve, como un pasaje a un mundo de ensueño.

Según el mito Ataecina, con Su muerte y descenso al Inframundo, trae el otoño y el invierno (al igual que al renacer trae la primavera). No sin antes proporcionarnos la Ultima Cosecha.

La uva ha sido tradicionalmente un símbolo mediterraneo de abundáncia. El comercio del vino unió a los pueblos del Mare Nostrum con otras culturas (a los celtas, por ejemplo, les encantaba el vino hasta el punto de que el ajuar funerário de los primeros príncipes celtas incluia unas tinajas y enocoes de vino, junto con el servicio para beber el hidromiel).
La tradicional vendimia lleva parejas gran cantidad de costumbres y ritos a lo largo de toda la geografía valenciana.
La matanza del cerdo era llevada a cabo en otoño
Es curioso ver cómo en otoño también se celebran numerosas fiestas, sobretodo dedicadas a la Virgen ("marededeus") y los omnipresentes "moros i cristians".

Fiestas donde se come y bebe en abundancia, reminiscéncias de antiguas celebraciones dedicadas a la cosecha.

La romería al santuario alcoyano de la Font Roja se suele celebrar en una fecha cercana al equinocio de otoño.



Con la despensa bien abastecida, nuestros antepasados podrían hacer frente al duro y frio invierno.

Acudí a celebrar la llegada del otoño y festejar la marcha de la Maestra al mundo de los muertos a dos lugares.

El primero fué bajo un ciprés centenario. El ciprés es el arbol sagrado de la Maestra Ataecina. Los arboles centenarios, con sus raices hundiendose profúndamente en la tierra, son considerados como vias para acceder al Inframundo (al igual que pozos, fuentes y cuevas).

Una ofrenda de arroz y vino especiado hecho por mí como agradecimiento por los bienes y sabiduría "cosechados".





Por la tarde fuí a la Cueva Bolumini. Ofrecí frutos, vino especiado y flores a la Señora y a los ancestros que descansaron en aquel lugar.
Las cuevas-tumba, como la Cova Bolumini no son infrecuentes en la geografía valenciana. Las cuevas son entradas a las profundidades de la tierra, al Inframundo, la Tierra de los Muertos.



A la mañana siguiente salí temprano de casa y fuí al nacimiento del rio Vinalopó, uno de mis lugares favoritos.


 El olmo centenário de la Font del Plá ya comienza a mostrar los primeros signos del otoño.








La cueva donde nace el río Vinalopó.

Incluso durante el verano las aguas son de una gelidez impresionante. Nada mejor tras una larga caminata que descalzarse y meter los pies en el agua, sintiendo cómo la corriente se lleva el cansancio y nos limpia el espíritu.
El omnipresente sonido del agua, junto con esa atmósfera especial que tienen los lugares "encantados" invitan a la meditación y a la contemplación.

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